La figura visual de todo entorno corporativo, la imagen de toda empresa, no es la modelo del Instagram, o el chico que sale en el comercial… Es el vocero. Es ese sujeto que no sólo tiene que saber todo de la empresa, además tiene que demostrarlo y convencer a su audiencia, y para ello el entrenamiento, la práctica y la confianza son elementos claves.

Una buena preparación hace a un buen vocero, porque el buen portavoz —y lo vemos en nuestros clientes— no nace; se hace. En un entorno en el cual la improvisación, la desinformación y la inseguridad se notan, el entrenamiento de vocería cobra cada vez más relevancia en las estrategias de comunicación interna y externa. La razón: el liderazgo que ejerce un buen vocero puede mover montañas, dentro y fuera de la empresa. Pero si no “convence”, puede derrumbarlas.

En tiempos en los que un click puede viralizar un gesto o un mal comentario, o  puede desvirtuar o desviar la intención de un mensaje, la preparación de vocería cobra cada vez más relevancia. Toda empresa con estrategia de comunicaciones debe estar preparada para el ventarrón desde el más tranquilo de los escenarios: la precaución.