Si hay algo que inspira confianza y credibilidad al transmitir un mensaje, cualquiera sea el medio, es la coherencia, esa capacidad de relacionar lo que se dice con lo que se hace. Y éste es uno de los valores más estimados en nuestra organización.  Nos gusta promoverla y propiciarla.

Ser coherente es la mejor manera de ser efectivos al comunicarnos y de cultivar buena reputación e imagen.  A veces, un simple gesto o comentario arruina o resta credibilidad a lo que se quiere transmitir.  Hace unos días un alto representante del gobierno quiso explicar las razones de los apagones que se han producido en todo el país.  Más allá de la descripción de lo ocurrido, sus gestos y comentarios dispersos le hacían lucir incoherente, frente a la gravedad del caso. Ocurrió lo mismo con las diferentes versiones ofrecidas por directivos o voceros oficiales. Todos resultaron poco creíbles, por no decir inverosímiles.

La postura, el tono de voz, los gestos, son un menú rápido que ayuda a detectar coherencia cuando se trata de comunicar un mensaje de forma directa.  Sin embargo, cuando nos referimos a iniciativas empresariales o actos personales la coherencia adquiere una condición más “elástica” y prolongada en el tiempo. Actuar con coherencia es hacerlo de manera lógica y consecuente, apegados a los principios que se profesan.

Las empresas que promueven este valor comunicacional conocen la importancia de ser coherentes y se esmeran en no dar pasos en falso en este sentido, obteniendo a cambio beneficios que se traducen en imagen, reputación, rentabilidad, ventas, etc. Son esfuerzos integrados a políticas y planes que se llevan a cabo desde niveles estratégicos de las organizaciones para lograr cohesión entre lo que se comunica (valores, filosofía, creencias, etc.,) y la forma en que se desenvuelven (actuación, desempeño, comportamiento).

También ocurre en el ámbito personal. Practicar lo que se predica genera respeto y admiración, credibilidad y prestigio. Credenciales todas que duplican su valor en una época de redes sociales, dinamismo e interrelaciones enriquecedoras, donde los ciudadanos tienen la capacidad de crear desde sus propios medios de comunicación hasta los más diversos emprendimientos de negocios. Diríase que la coherencia es la columna vertebral de la comunicación