Comunicar es mucho más que decir;  es mirar, asentir, proyectar, convencer, transmitir…. Y ahí es donde queremos que la coherencia se convierta en la protagonista del mensaje, porque cuando el mensaje se transmite coherentemente, llega más directo, más contundente, más claro, y enviar un mensaje claro es el propósito de todo emisor. Todos queremos ser atendidos, entendidos y comprendidos.

Un mensaje bien estructurado no es suficiente para lograr una comunicación exitosa. Es preciso que en su transmisión haya  sintonía con el mensaje, el momento y el contexto. La conexión allí entre emisor, receptor y mensaje es vital, porque una actitud corporal adecuada, una sonrisa inoportuna o un gesto displicente con la audiencia, así sea conscientes o involuntarios, pueden interferir, desvirtuar o incluso bloquear el mensaje.

El ser coherente se practica, se trabaja y se desarrolla, pero  al final, la sinceridad y la espontaneidad siempre aflora, así  ser transparentes en la más simple norma para que la coherencia fluya y el mensaje llegue a su destino como fue concebido.