Nunca antes  algunas frases o proverbios usadas en la comunicación verbal coloquial o a diario, tuvieron tanta contundencia y se ajustan  de manera tan precisa a la situación actual que vive Venezuela. En medio del caos, si ahondamos en su contenido y atendemos lo que aconsejan, significan una luz distinta que nos ilumina y nos despierta a nuevos horizontes. Y han ido convirtiéndose en poderosos mensajes de aliento.

Un grafiti en una vieja pared  de la calle hoy casi desolada, recomienda: “Si quieres cambiar el mundo, cambia tú”. Desde luego, ya que no está a nuestro alcance modificar las circunstancias, el pasado ni a las personas, sólo  cambiando el modo de verles y vivirlos, se puede generar algún cambio, siempre a favor.  Como éste  muchos otros mensajes, a manera de proverbios o dicho popular, nos recuerdan que en las dificultades se conocen los amigos y se despierta el sentimiento de solidaridad y colaboración mutua.  Permanecer indiferentes no es la receta, si pretendemos que algo cambie para bien.

Aquel otro que reza : “ A falta de pan buenas son tortas” apela a la iniciativa y a la creatividad, a las variantes que el ingenio permite paliar o mejorar una carencia, sustituirla o reinventarse el modo de hallar una salida al atolladero, que dicho sea de paso, siempre existe. Pero  “ponerse los zapatos del otro” nos lleva a reconocer nuestras debilidades, a servir con humildad y apreciar en su justo valor el heroísmo, el sufrimiento y el esfuerzo ajeno. Todo ello, frente a las grandes carencias que -en Venezuela- padecemos actualmente. Y un ejemplo de todo esto es la situación de los apagones  de electricidad, hoy llamado “racionamiento de energía eléctrica” y en la que todos somos afectados. Es entonces que en igual medida se lleva a la práctica lo que aconseja asumir la adversidad con otros ojos.

Así entramos al mundo del trabajador cuya reputación sufre por el mal servicio o por no acudir con celeridad al llamado de los usuarios afectados. En el caso de Corpoelec, se trata de la empresa que no dispone de equipos suficientes ni transporte en buen estado para cumplir su responsabilidad, y es el obrero, el trabajador, quien lleva la carga del desprestigio, pese a ser igualmente afectado en su medio familiar. Tal vez, ponerse en su lugar o como dice el refrán, calzarse sus zapatos, aliviaría el desconsuelo o la impotencia que a veces, nos invade.