El mundo a nuestro alrededor continua su incesante acontecer. Mientras en Venezuela navegamos entre apagones, escasez, hiperinflación y zozobra política, el mundo mantiene su acelerado ritmo de evolución y de cambio, especialmente en el ámbito de la comunicación, donde los reajustes son frecuentes.

Si unos años atrás las empresas cuidaban con celo lo que hacían y emitían como mensaje para cuidar su buena imagen, hoy velar por su prestigio y reputación es primordial para garantizar la salud del negocio. Globalmente el mundo corporativo se compromete cada vez más, se involucra en causas, problemas sociales, toma partida… Y además lo comunica. Es una manera de incrementar confianza y cercanía con sus audiencias.

A finales de la década pasada, algunos de nuestros clientes, filiales de grandes corporaciones, innovaron al incorporar iniciativas de responsabilidad social, especialmente urbanas asociadas a tecnología y próximas a sus centros operativos; era una manera de involucrarse y de ganar una mejor imagen en comunidades cercanas. Vivimos aquel proceso, presenciamos cómo, progresivamente, se incorporaron cambios importantes en la cultura corporativa, que se tradujeron en un “refrescamiento” de enunciados como misión, valores, compromisos, entre otros. Gracias a ello, localmente, muchas de esas empresas sembraron referencias en el país que se mantienen y representan un recurso clave para los tiempos que vivimos (Grupo Polar, Movistar, Biggott, Epson, Sodexo y Empléate, entre otras).

Actualmente, frente a la desconfianza de los consumidores mundiales hacia los grandes consorcios económicos y hacia  los políticos, las empresas, a través de sus marcas, asumen, cada vez con más frecuencia, posturas favor de causas sociales, éticas, ecológicas, como una alternativa que les permite ganar credibilidad y robustecer su reputación.

Sin embargo, tomar partido ante un hecho político es para la empresa o marca más complejo. Un pronunciamiento político puede ser peligroso, y puede convertirse en un estallido inesperado que pulverice años de esfuerzo por construir una reputación. Casos globales los demuestran.

En nuestro país, una postura que toque (o roce) el ámbito político puede significar rechazo, represalias y hasta pérdidas inmediatas para una marca, producto o empresa, no necesariamente asociadas al consumidor. La realidad venezolana puede superar cualquier ficción o tendencia global. Esto explica que muchas marcas “vigentes” se esmeren en cuidar y proteger su patrimonio reputacional con gran celo, previsión y cautela.